En esta sección: Juegos de los colores, la púa, el oliveo, los cuadros, el aro, la silla de la reina, las pititas, las casas, en el carabanchel, saltando por la calle, en la casa del cura, en la fuente de la plazoleta, a cierra ojos.
JUEGO DE LOS COLORES
El niño o niña "que más mandaba" asignaba un color a cada uno de los participantes ,
e iba ordenando: azúl, rojo, verde.... cada uno salía y pellizcaba o daba un cachete
al que estaba arrodillado. Este tenía que adivinar quien había sido.
Algunos-as abusaban ; daban el pellizco demasiado retorcido o el cachete se convertía
en un buen guantazo.
Otro juego de los colores:
El mismo mandón o mandona señalaba de uno a uno a todos los demás y recitaba:
"un avión pasó tirando telas, dime niña de qué color era la tela"
a quien le tocaba al final de esta retahila decía un color (ejpl. verde)
La mandona o mandón seguía diciendo y señalando uno a uno:
"este niño dice que tiene el color verde"
El participante en el que recaía el turno tenía que buscar en su ropa algo verde, sino tenía nada perdía y se retiraba del juego)
A veces enseñábamos la ropa interior para demostrar que teníamos ese color.
JUEGO DE LA PUA
Juego de dos o tres participantes. Se jugaba en el exterior sobre una superficie de
tierra blanda normalmente en tiempo de lluvias.
Con una púa de unos 10 cm. se marcaba el terreno dividiéndole a partes iguales
según el nº de jugadores. Cada uno se sitúa en su parte y lanza la púa por turnos.
Cada vez que se clava, se traza una linea recta que pasa por la marca que ha dejado
la púa. Este terreno pasa a ser propiedad del tirador.
El juego termina cuando un jugador no tiene espacio para permanecer en su campo,
pues el contrario tiene todo el resto.
JUEGO DEL OLIVEO
El juego consistía en dividirse en dos grupos. Jugábamos cuando había muchos
niños.
Primero se echaban pasos para hacer los grupos.
Un grupo se escondía por cualquier lugar del pueblo, en el sitio más recóndito que
pudiera imaginar (recuerdo habernos escondido en una cuadra en la que había un burro,
debajo de una cama en una casa en la que no vivía nadie, en un espacio muy reducido
que tenía mi padre con conejos...), como el otro grupo era casi imposible que nos
encontrara en estos lugares, teníamos que salir después de un rato y ponernos a gritar:
¡al oliveo! ¡al oliveo!. En el silencio de la noche, las voces las escuchaba el otro
grupo y así los dábamos una pista para saber por donde estábamos.
El día que había oliveo lo pasábamos fenomenal, practicamente todos los niños
jugando en un campo de juego que era todo el pueblo.
JUEGO DE LOS CUADROS
Marcábamos 8 cuadros en el suelo y a pata coja se empujaba una piedra lisa y delgada, cuadro a cuadro, nombrandolos por su nombre. Se hacía una parada en "descanso" y se continuaba hasta el final. Si la piedra se salia del cuadro, el turno era para la segunda jugadora.
La jugadora que continuaba sin perder hasta el final, elegía un cuadro que pasaba a ser de su propiedad y ya no se podía pisar en él. De esta forma se iba poniendo más dificil. Al final del juego debía tirarse la piedra desde una cierta distancia y tenía que caer en el cuadro de su propiedad. (creo porque ya no lo recuerdo bien).
JUEGO DEL ARO
El juego del aro era practicado por los niños. Consistía en rodar un círculo de metal
con la ayuda de un gancho largo en forma de U. Los chicos iban corriendo por las
calles mirando el aro para que el gancho no se soltara. Si no estabas atenta para ladearte
cuando pasaba alguno a toda velocidad, podía atropellarte.
Claro que con aquellas calles que teníamos entonces con el empedrado tan irregular,
no era una tarea fácil que el aro rodara tan bien, pero tenían mucha maña y conseguían
mantenerlo en movimiento.
JUEGO: LA SILLA DE LA REINA
Este juego es una variante de "las tabas" al que jugaban ya en tiempos del imperio
romano, según he leído.
Número de jugadores: 2 o 3
Se utilizaban 5 piedras pequeñas y redondeadas y se jugaba sobre el suelo o sobre una
superficie lisa.
- Con la mano derecha se lanza una piedra (pitita) hacia arriba, y mientras que está en
el aire se deben recoger con la izquierda las demás pititas de una en una, después de dos
en dos y a continuación de tres en tres.
Mientras se recita: "enadas,coladas,cocidas y asadas"
"endosas,hermosas"
"entresas,teresas"
- Con los dedos abiertos se van cogiendo las pititas de forma que queden entre cada dedo
, la piedra cinco se pone en la palma de la mano y se lanza hacia arriba debiendo recogerla
con la mano vuelta:
"mi michito fue a Madrid a por un cachito de codorniz"
"mi michito ya está aquí".
- Formar con la mano izquierda un arco sobre el suelo con los dedos índice y pulgar.
Con la derecha se empujan las pititas de forma que pasen por el arco.
- Recoger con las dos manos en forma de cuenco todas las pititas, tirarlas hacia
arriba y volver a recogerlas con el dorso de las dos manos juntas.
Había más pasos pero no los recuerdo, ni tampoco las palabras que se decían
en los anteriores.
Jugando al pañuelo y a saltar por encima de otro
LAS CASAS
El juego de hacer casas consistía en trapichear todo el rato buscando piedras grandes
sobre las que poníamos pizarras planas que servían de sillas y mesas, todo el rato era
arreglar la casa. Formábamos un espacio redondo o cuadrado rodeado de estos asientos y
en el medio estaba la mesa. Recuerdo las casas que teníamos cerca del campo de futbol.
Eran especialmente queridas porque había peñas y riscos a veces cortados en vertical que
nos servían de pared y sobre los que poníamos los cacharros que encontrábamos por ahi:
una tapadera, un puchero., un trozo de metal... todo era aprovechado.
Alguna vez pasaron por allí los chicos y dieron una patada a nuestras casas, las sillas,
sofás , la mesa y los cacharros que con tanto mimo habíamos creado, tirados y todo
destruído, mucha pena nos daba, pero otra vez volvíamos a reconstruirla . Esa era la
tarea que teníamos en este juego.
Otras casas que recuerdo las teníamos en la calle zahurdilla. Allí estábamos una vez
jugando y pasó alguien que nos metió miedo con la cantafilana ¡mira que creernos
aquellos cuentos! pues nos los creímos.
Las casas que teníamos en el huerto de M.M. y M.L.D. también eran estupendas.
Por las tardes, al salir de la escuela, antes de terminar la merendilla ya estaba corriendo
por la calle abajo para jugar.
Jugando al corro
UN PARQUE INFANTIL ESPECIAL: EL CARABANCHEL
Hoy, una gran parte del carabanchel está ocupado con viviendas, pero cuando era niña
todo era un terreno abierto, rodeado de grandes zarzales que servían sobre todo a los
chicos para hacer en ellos cuevas. Jugaban a los indios abriendo los zarzales con palos.
Formaban cuevas y laberintos ideales para la fantasia de un niño.
Otro juego que hemos practicado todos los niños de aquel entonces en aquel lugar,
era subirnos a las olivas y columpiarnos, colgados de sus ramas nos balanceábamos por
las alturas y el momento de tirarse al vacío era todo un reto: nos temblaban un poco las
piernas pero tenías que tirarte no sea que se metieran contigo por miedica. La palabra
empleada no era columpiarse sino "arreconchinarse".
También en la cuesta del carabanchel disfrutábamos deslizándonos con cartones,
sacos o directamente sentados en el suelo, nos parecía que íbamos en trineo. Entonces
el desnivel era mayor que ahora (o es que yo con 6 a 10 años lo veía más elevado)
Las niñas muy a menudo íbamos por la calle saltando y cantando. Es te juego consistía
en dar tres saltos hacía delante , uno para atras más pausado, otro igual hacía adelante a
continuación otros tres para adelante y así sucesivamente. Los pasos estaban sincronizados
con el ritmo de la canción.
Las manos las entrelazábamos según muestra la imagen.
La casa el cura ocupaba todo el espacio en el que hoy vive C. B. Estaba delimitada
por una pared alta y desde la calle se lanzaban basuras, escombros y todo tipo de enseres
inservibles. Crecían en este terreno hierbajos y zarzalones, había algún resto de las antiguas
paredes y también se podía encontrar alguna culebra campando por allí, pero no teníamos
miedo; nos encantaba jugar en este sitio. Desde la calle entrábamos por una ventana pues
la puerta estaba cerrada.
Lo último que recuerdo de los ratos pasados allí fue un "club" que formamos algunas
niñas, acotamos un espacio, lo limpiamos, pusimos asientos y una vieja alfombra y aquel
era nuestro club secreto, no entraba nadie más en ese sitio y menos una persona mayor.
Jugábamos a las cartas y a otros juegos, nos inventábamos letras de canciones, ideábamos
pequeños teatrillos... cada una aportaba algo.
Fabulosos aquellos ratos en medio de pucheros rotos, cucharas oxidadas, viejos
cachivaches y alguna que otra margarita perdida entre las ruinas, los escombros
y la maleza salvaje.
EN LA FUENTE DE LA PLAZOLETA
La fuente que había en la plazoleta se levantaba sobre una plataforma encementada
y elevada a un escalón sobre el suelo empedrado de la plaza.
La fuente tenía tres frentes que rodeaban un monolito hueco, y había tres grifos
con su pila correspondiente en cada uno de los frentes.
Nos gustaba a los niños meternos en el hueco a través de una abertura que había
por detrás. Era un escondite muy bueno y podíamos estar dos o tres niños subidos a
unos pequeños poyetes; recuerdo que olía fatal, a veces allí nos contábamos secretitos
típicos de la edad.
En los últimos años de esta fuente, ya no había agua, sólo servía para el juego de
los niños y también para que las vecinas del barrio se sentaran allí a coser por las tardes.
En este lugar a veces también me sentaba yo en mi sillita y llevaba a cabo mis primeros
pasos con la aguja.
La niña es P.R en la fuente de la plazoleta
EL JUEGO DE " A CIERRA OJOS"
Un juego en el que se llevaba a cabo la típica crueldad de los niños.
Formábamos parejas y una niña o niño de cada pareja tapaba los ojos del otro
llevándole así caminando a su lado de guía.
La gracia del juego consistía en hacerle pasar al niño ciego por obstáculos en el
camino intentándo que se topara con ellos: una piedra, un muro, una caca, un desnivel
de terreno...
Las más novatas caían en la trampa. Recuerdo una vez que me dí un buen batacazo.
Me llevaba a tapa ojos una niña más mayorcita: el obstáculo en el que caí fué un desnivel
de más de medio metro en forma de escalón y yo caí en picado. Fastidiaba mucho,
no tanto por el golpe, sino porque las demás se reían como si aquello fuera la mayor
gracia del mundo.
Para la siguiente vez ya estábamos más preparadas, tanteábamos mejor el terreno,
huíamos de las más cruéles y dejamos de ser tan confiadas.
Una foto de Pepa D.M
El barrio de los Solares tal como estaba por los años 70, era lugar habitual de juegos para niños y niñas, especialmente para un gran grupo de ellos que vivía allí
Te mando por e¨mail los juegos que yo les mande a los niños para el cole, creo que yo me he acordado de alguna regla, o paso más que tú.
ResponderEliminarYa hablaremos a ver cuando hacemos el campeonato de Pititas